miércoles, 22 de agosto de 2012

Sublime - Badfish

CRIPTOPUNKS; Ingenieros y matemáticos, los criptopunks disputan una dura batalla por el control de la información en Internet. ¿Qué quieren y qué piensan estos científicos libertarios?

Para entender qué son, dónde están y cómo piensan los criptopunks, conviene recordar la advertencia de Tyler Durden en El club de la pelea (Chuck Palahniuk, 1996). “La gente que persigue es la misma gente de la que depende. Somos la gente que le lava su ropa, cocina su comida, sirve su cena. Nosotros lo cuidamos mientras duerme. Nosotros manejamos las ambulancias. Nosotros procesamos su póliza de seguros. Nosotros controlamos cada parte de su vida. Así que no joda con nosotros”.
Trasladado a un contexto virtual donde la existencia se rige por la construcción y el control de la información, en ese orden de poder subterráneo, casi burocrático y a la vez estructural donde seguros, ambulancias y comidas se mezclan con secretos militares, financieros y gubernamentales, el criptopunk es, precisamente, la clase de persona con la que uno nunca querría meterse. Y no porque su amenaza sea física.
Los criptopunks son científicos: matemáticos e ingenieros en sistemas de información especializados en criptografía que dividen su tiempo entre manuales de programación –escribiéndolos antes que leyéndolos– y el teclado a través del cual materializan su poder dando forma a ese universo plástico y omnicomprensivo que llamamos Internet.
Miembros de una elite de programadores y hackers, el salto cualitativo que diferencia a los criptopunks de celebridades como Mark Zuckerberg (creador de Facebook) o Jack Dorsey (creador de Twitter) es su uso de ese poder contemporáneo que consiste en el conocimiento que permite crear información. Mientras algunos lo utilizan para plataformas que concentran y capitalizan datos personales de millones de usuarios de internet en todo el mundo –privilegiando en el proceso un acceso discrecional de diversos organismos gubernamentales y de grandes corporaciones a sus bases de datos–, otros fabrican herramientas a favor de la defensa de la libre circulación de información y la privacidad, construyendo códigos criptográficos indescifrables para todo organismo de control estatal o privado.
Pero construir plataformas seguras para los usuarios, a veces, significa atacar a quienes desean dominar la información. Para eso, los criptopunks –que reconocen en Julian Assange y su WikiLeaks a una figura estelar– reciclan el espíritu contestatario de sus predecesores de los años setenta sumando una herramienta que en el siglo XXI es más intimidante que las puntiagudas tachas de cualquier campera de cuero: el conocimiento informático.
¿Existe hoy una batalla abierta por el control de la información que circula a través de la Web? ¿Cuál es su escenario? ¿Cuáles son los derechos en conflicto a lo largo de esa pelea?
Si la primera víctima de cualquier guerra es la verdad, los criptopunks han concentrado mucho de su trabajo en develar información inoportuna para sus adversarios. Mientras corporaciones como Google comienzan a encontrar resistencias a la hora de recolectar información geográfica y espacial para lo que se presenta bajo un manto de ingenuo altruismo (es el caso de GoogleMaps y su rastreo de usuarios allí donde estén, situación que en Inglaterra desató uno de los primeros escándalos judiciales por robo de información privada), sitios del underground digital como Cryptome.org –fundado en 1996 por John Young y Deborah Natsios– desencriptan y sacan a luz información confidencial de diversos gobiernos. En ese sentido, en Cryptome.org hay más datos e imágenes sobre el vanguardista programa de nanotecnología y aeronaves no tripuladas –los drones que permitieron a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos asesinar recientemente a Abu Yahya al-Libi, “número dos” de Al-Qaeda– de las que el Pentágono podría desear. ¿Pero cuál es el objetivo en esta guerra por la información?
“Estamos inmersos en una carrera entre nuestra habilidad para construir y poner en funcionamiento tecnología, y su habilidad para construir y poner en funcionamiento leyes y tratados”, define el teatro de operaciones, uno de los padres del movimiento de software libre, John Gilmore, en su Manifiesto Criptopunk.
“Nosotros” son quienes creen en un sistema de intercambio de datos libre y seguro; “ellos”, los gobiernos y las empresas que sostienen sus privilegios en base al control y monitoreo de esa privacidad vulnerada.
“La gente en países desarrollados está acostumbrada a creer que la censura en Internet es un problema de países como China o Irán y que los iraníes, los chinos o los norcoreanos necesitan anonimato, libertad y todas estas cosas que nosotros ya tenemos. Pero el control de la actividad de los usuarios en Internet puede llevarse a cabo fácilmente por los servicios de seguridad estadounidenses, Reino Unido o Suecia”, explicó el criptopunk estadounidense Jacob Appelbaum durante una reciente entrevista con Julian Assange en Londres, otro criptopunk a la búsqueda de asilo en Ecuador para evitar una riesgosa extradición a los Estados Unidos.
Entonces, ¿qué deber tienen los usuarios que ignoran la batalla sobre sus propios derechos? En principio, saber que la guerra existe e involucra a los sistemas de vigilancia de varios de los estados más poderosos del mundo, y que el botín en disputa es nuestra privacidad: qué consumimos, qué deseamos, qué ahorramos, qué opinamos, qué leemos, qué escribimos, qué votamos, qué pensamos y con quiénes nos relacionamos no es más que información algorítmica almacenándose detrás de cada clic. Pero si Internet puede ser una trampa, también puede ser la libertad. “Si alguna persona de 16 o 18 años desea hacer del mundo un lugar mejor, lo que tiene que saber es que cualquiera tiene el poder de hacerlo con la ayuda de Internet”, es la filosofía de otro criptopunk francés, Jeremy Zimmermann, cuya trayectoria en el campo de la criptografía puede sintetizarse con un solo dato: fue detenido en junio por el FBI luego de su entrevista pública con Assange.
Es en el pasaje entre la criptografía como disciplina dedicada a la codificación científica de datos y la criptografía como ejercicio de activismo ejecutado por disidentes frente al sistema hegemónico de poder digital donde emerge la clave de los conflictos económicos, sociales y militares del futuro inmediato. Dentro de esa batalla, la censura y el monitoreo de información –visible en actividades tan cotidianas como el intercambio de archivos P2P o en construcciones a gran escala como Wikileaks– es combatida por aplicaciones criptopunks como strongSwan, un programa de código abierto que permite encriptar comunicaciones para volverlas impenetrables, o el OTR (Off-the-Record-Messaging), un protocolo que también asegura la privacidad de toda comunicación por chat.
Con un botín de 2.000 millones de usuarios que incluye líderes políticos, activistas sociales, hackers, empresarios y científicos intercambiando información pública y privada sensible en la Web, del otro lado, mientras tanto, los Estados y las corporaciones insisten en defender sus privilegios mediante persecuciones legales, encarcelamientos y amenazas de cárcel. Las estrategias en la batalla por esa información oscilan, pero la guerra ya ha comenzado.

El éxito de la porno-lit


Escenas de sexo explícito, sumisión consentida y algún que otro latigazo. Ese parece ser el condimento que, en envase de novela rosa, hace atractiva para millones de lectoras la trilogía de la escritora británica E. L. James, el best-séller erótico cuyo primer tomo, Cincuenta sombras de Grey, se ubicó entre los libros más vendidos en las últimas semanas en Estados Unidos, España, Argentina, Brasil, México y Chile. Y –según datos de su editorial, Random House– ya es la novela más vendida en el Reino Unido, con algo más de cinco millones de copias.

“A las mujeres les gustan las fantasías sexuales porque la parte más erótica de su cuerpo está dentro de su cabeza”, sostuvo recientemente su autora, Erika Leonard James, una productora de televisión de 48 años, casada y con dos hijos adolescentes, que primero protegió su identidad firmando con sus iniciales y luego sucumbió a la inesperada fama y apareció con su verdadero nombre para participar de las entrevistas y las presentaciones de sus libros. Mientras ya tiene derechos de traducción comprados en cuarenta países y derechos cinematográficos adquiridos, la obra desató un debate donde rápidamente aparecieron críticos y defensores: por un lado, quienes sostienen que la obra tiene escasas cualidades literarias y, por el otro, quienes le reconocen el mérito de haberse instalado en un terreno fértil: el de la literatura erótica sostenida por una historia romántica.

“Si hay amor no hay pecado”, parece ser la consigna de la protagonista de esta novela, Anastasia Steele, una joven norteamericana a punto de terminar sus estudios, a los 21 años, virgen y sin ninguna experiencia amorosa, que un día conoce al empresario Christian Grey –joven, lindo, educado, rico y con ciertas inclinaciones sadomasoquistas– que la introduce en una historia de sexo y seducción, y la convierte rápidamente en su experimentada y multiorgásmica amante.

Los números no dejan dudas sobre el fenómeno comercial, que recuerda por el volumen de ventas a otro éxito británico, el de Harry Potter. La obra de James vendió cuatro millones de ejemplares en las primeras cuatro semanas desde su lanzamiento en los Estados Unidos, 90 mil ejemplares el primer fin de semana en la tradicional librería Barnes & Noble, y Universal adquirió los derechos cinematográficos por nueve millones de dólares, después de una feroz competencia con las productoras rivales. La autora de la novela admitió que cuando firmó el contrato con la editorial Random House su principal ambición era, simplemente, ver sus obras en las librerías, y que no tenía ni idea de que su novela se convertiría en un fenómeno de ventas. Un tiempo antes había abandonado su carrera en la televisión para dedicarse a su familia, y reconoció que comenzó a escribir esta trilogía sólo como un entretenimiento.

La primera de las tres novelas se publicó en formato electrónico, como e-book, lo que habría sido un punto a favor: miles de lectoras pudieron descargarla en privacidad, lo que fomentó la recomendación boca a boca. El “secreto” se difundió rápidamente, y cuando se publicó el primer libro en papel, el éxito estaba asegurado.

La editora del libro en la Argentina, Florencia Cambariere, del sello Grijalbo, señaló a Ñ que la venta del primer título de la trilogía “superó las expectativas, porque no siempre un fenómeno de ventas que viene de afuera se repite en el mercado local”. “No es una novela romántica con toques eróticos, es una novela erótica en el marco de una novela romántica”, aseguró la editora.

“El libro se está vendiendo muy bien, el primero y el segundo tomo de la trilogía están en primer lugar de ventas; más de mil ejemplares por día del primer libro es un fenómeno editorial, más allá de cómo venía la promoción, con mucha fuerza de ventas en los Estados Unidos, y también en España, donde acaba de salir con mucho éxito”. “A nivel editorial –confiesa Cambariere– más allá de esa fuerza de arrastre, el plus que tiene es que a la novela romántica tradicional, que de por sí vende mucho, hay que sumarle todo este contenido erótico o sexual, muy explícito. Esto rompió un poco el techo de cristal de la novela romántica y se amplió a otro público, que se animó con esto”.

A la hora de definir la obra de James, Cambariere señaló que “es un juego psicológico entre los dos personajes –Anastasia y Christian– pero para mí es una historia de amor tradicional, porque él muere de amor por ella desde que la ve. Pero creo que fue el alto voltaje erótico lo que más atrajo de esta obra. Es la diferencia entre Danielle Steel y esto, y en eso el boca a boca también influyó muchísimo”. “Creo que es una novela bien escrita pero también bien comercial, muy orientada hacia el entretenimiento, es un objeto de consumo en definitiva, y se sostiene bastante en el caso del primer tomo, teniendo en cuenta que son sólo dos personajes fuertes y algunos secundarios. En el segundo tomo hay más personajes”, adelanta.

Historias eróticas

Atribuir todo el éxito de ventas de esta trilogía a sus pasajes eróticos, desprovistos de metáforas, es una simplificación. Sobre todo porque basta con poner “relatos eróticos” en el buscador de Google para encontrar numerosos materiales para todos los gustos, desde muchos de dudosa calidad hasta algunas piezas bien logradas.

Por eso, otra de las explicaciones que aparece para entender el fenómeno James es el de la legitimación o el permiso que parece otorgar el envase de novela romántica para que muchas mujeres se hayan animado a consumir historias eróticas. Para la filósofa y escritora Esther Díaz, “todo el dispositivo de la sexualidad está en función del hombre. Entonces, como socialmente no está bien visto que la mujer consuma pornografía, evidentemente se encontró una manera diferente para que una mujer pueda, sin vergüenza, comprar un libro y calentarse leyéndolo, porque viene con formato de novelita rosa”.

“El que tiene el poder de decisión es el hombre –agrega Díaz– entonces se hacen dispositivos para vender, por supuesto. Pero no se pueden vender quinientas páginas pornográficas. La mujer se excita como cualquier ser humano, pero todavía siente el peso del rechazo social sobre su cuerpo, y lo mismo pasa con los juguetes sexuales. Los hombres entran sin ningún problema a comprarlos, pero en general las mujeres hacen la compra por correo o por Internet. Entonces, en el caso de este tipo de libros vienen en una envoltura social que permite que ellas lo compren sin ningún tipo de culpa”.

En sintonía con esta interpretación, Cambariere, de Grijalbo, señala que la política publicitaria de Amazon para la trilogía de James fue decir: “Nadie va a saber lo que estás leyendo”.

“La hipótesis mía –continúa Díaz– es que a las mujeres nos siguen construyendo como en el siglo XIX, desde el punto de vista de la construcción de género. Es cierto que no somos siervas como en la Edad Media, pero no llegamos a la liberación que nos creímos cuando éramos jóvenes, en los años sesenta, cuando creíamos que había una libertad plena con el varón. Ni siervas ni liberadas, sobrecargadas. ¿Por qué? El paradigma no cambió, la mujer tiene acceso a más actividades, pero recargándola. No tengo estadísticas, pero también les está prohibido a las mujeres, yo lo he hecho personalmente, ir y comprar una revista pornográfica, porque el señor del quiosco no sabe qué hacer con eso. El vendedor se perturba si es una revista pornográfica, y no te digo si es de sadomasoquismo. No se nos está permitido el acceso a todos los estímulos sexuales. La gran parte o el noventa por ciento de lo que se produce en pornografía es para los hombres. Incluso los programas femeninos de televisión, aun cuando parecen re zarpados, siempre tiene que ser sobre cómo excitarlos a ellos”.

La historia de Cincuenta sombras de Grey encuentra bastantes similitudes con la saga Crepúsculo, de la que James es confesa seguidora: la protagonista femenina es una chica fuerte pero algunas veces insegura, pálida y con una belleza desgarbada. En ambas historias el protagonista masculino es rico, atractivo y con un alto grado de obsesión por controlar los pensamientos y los movimientos de su amada.

Las prácticas sexuales de los personajes de la novela pueden encuadrarse en un sadomasoquismo “soft”, y la propia escritora reconoció en las entrevistas que había hecho un trabajo de investigación de este género en Internet, una tarea a la que calificó de “muy divertida”.
Con un claro gancho en el erotismo y algunos momentos de desencanto por su estilo literario básico y recursos reiterados en exceso (como cuando se despierta a cada rato la “diosa interior” de la protagonista) es innegable que la trilogía parece haber sacado a la luz que muchas mujeres disfrutan de la lectura de relatos eróticos sin golpes bajos, que no llegan a la pornografía pero que tampoco se detienen demasiado en la profundidad de sus personajes, desde el punto de vista de su psicología, claro.

“Creo que he destapado algo porque a todos, en cierto modo, nos gusta tener la fantasía del control. ¿Quién no ha pensado, harto de organizar todo, lo agradable que sería que otra persona nos controlara?”, se preguntó James, en una rueda de prensa en España. Y agregó: “Puede que a las mujeres les guste leer novelas de amor y fantasías sexuales, algo que les aleje del runrún de la vida cotidiana. Puede que se trate de una vía de escape”.

Catalogada en varios medios como “una vuelta de tuerca al género romántico”, el “Harry Potter para adultos” o “el Crepúsculo para matrimonios”, el primer tomo de la trilogía llegó a la Argentina el primero de julio, y ya vendió unos mil ejemplares por día. Ahora está por verse cuánto de curiosidad, cuánto de campaña comercial y cuánto de genuino interés había en las lectoras de nuestro país de acuerdo al éxito que tengan los otros dos tomos, Cincuenta sombras más oscuras, que salió a la venta en agosto, y el que llegará en setiembre, Cincuenta sombras liberadas.

domingo, 19 de agosto de 2012

Portishead - Glory box

3 poemas: Día perfecto.


(constancia)
Sabemos de salidas equidistantes
A las raíces de la tierra,
Recorremos campos con el corazón esperanzado,
Partimos hacia lugares que no conocemos
Esperando encontrar lo insospechado.
Damos todo lo que está a nuestro alcance,
Pero sabemos que falta mucho por dar.
Vivimos en la tierra dejando un mínimo rastro de nuestro andar
Mientras la tierra misma nos despoja de toda razón de existir.


(llanto)
El llanto cabalga ansioso por mis mejillas,
Se vuelca impetuoso sobre mi pecho,
Viaja jadeante a través de mi piel
Inundando cada espacio solitario
Donde ocupa su descontento el tiempo,
Para luego mezclarse en el infinito mar
Que agrupa todos los llantos de la tierra.


(de las sombras)
Cuando me busco en la sombra
Que refleja mi inerte cuerpo
Sobre la pared,
Hallo manchas en la razón de mi existencia.
En el silencio de mi imagen oscura,
Oigo gritos encerrados en plásticos calmantes.
Cuando me busco en la sombra
Que refleja mi indolente cuerpo
En la grotesca piel de la pared,
Solo hallo los pedazos de vida
Que aún me quedan por vivir.

cuento # 2: Lo que oculta el desierto.

Sólo cuando le quitaron las vendas, se dio cuenta que todo había acabado. El nudo que lo había paralizado durante el encierro se soltó (o mejor dicho lo desanudaron) pero aún así prefería volver a sentir ese letargo otra vez, en lugar de darse cuenta de su ahora triste final. Lo primero que hizo fue tratar de enfocar a sus captores, había convivido con ellos tanto tiempo que sentía la necesidad de conocerlos. Más de un mes en la más completa oscuridad había conseguido que creciera en él la sensación de una ceguera involuntaria. Sintió el calor abrasador del verano después de mucho tiempo, trataba de despejarse las nubes que lo obstruían, de pronto, como un golpe frío y directo a la cabeza, una chorro de agua cayó sobre él dilucidando todos sus deseos, pudo ver al fin a sus enemigos y lo diferente que se veía después de tanto tiempo encerrado, ahora lucía una copiosa barba cana, así como sus cabellos largos como nunca los tuvo antes. Estaba demacrado, languidecido, harto de esa situación obligada, quería hablar pero la boca la tenía seca, las palabras no salían con naturalidad, sintió como si tuviera un embudo en la garganta y pidió agua, sólo un poco para despejar la tierra que se apoderaba de su cuerpo. Le alcanzaron un vaso roto conteniendo un líquido transparente y sucio, era agua, no era igual a la común del caño o del bidón de su oficina pero era agua, o por lo menos tenía el mismo sabor. La bebió con vehemencia tratando de no desperdiciar ni una gota. Sintió alivio, por un momento había olvidado donde estaba y se puso de pie para estirar lo músculos, movió la cabeza de un lado a otro con brusquedad para acomodarse las vértebras del cuello, hizo el amago de correr en su sitio, cerró las manos y los pies, hizo crepitar su espalda tirando los hombros hacia atrás, se sentía mejor, listo para salir de ese lugar de pesadilla, fue cuando al dar el primer paso hacia la puerta que se abría a la libertad, un largo brazo lo jaló hacia la silla con tanta violencia que el impacto contra el mueble lo regresó de inmediato a la realidad de las cosas. Todos los ojos miraban al mismo lugar como preguntándose ¿ahora qué hacemos? Sus ojos invadidos por el miedo ya no tenían aquellas nubes que le prohibían ver antes con transparencia, y con todo más claro, el miedo se apoderó nuevamente de él. Trató de idear un plan, una salida suicida para ese horrible momento, intentó oír algún indicio de vida fuera de la covacha, pero nada, era como estar en mitad del desierto, bastante alejado de la civilización. Dedujo entonces que estaba en alguna carretera lejana y por ende tendría que pasar por lo menos un camión o un auto. Ideó un plan estúpido de esos que unos planea cuando está desesperado, se propuso esperar la cercanía del tercer auto para salir corriendo hacia a su encuentro, todo eso fue en vano pues esperó a que pasara el primero y éste nunca llegó. No había ni gente ni ruido de autos en la carretera, esto era peor de lo que pensaba, ahora sí estaba seguro que se encontraba en un desierto y en uno sin alma. No sabía que hacer, con cada minuto el miedo y la espera lo dominaban, pero lo que más terror le producía eran los ocho ojos que se clavaban en su rostro, eso era algo contra lo que no podía luchar, como tampoco podía evitar sentir frío en plena mañana de verano. ¿Cuándo terminará esto?, se preguntaba en silencio mientras trataba de esquivar las pupilas dilatadas de sus captores. Todo era silencio dentro de la casucha endeble, parecía como si esperaran algo, pero ese algo, al ver sus caras largas y furibundas, jamás iba a llegar. Ya no aguanto más, dijo uno de lo tipos sin dirigirse a nadie en particular, tenía las manos en la cintura donde una correa sujetaba un revólver plateado. No va a venir, expresó otro sujeto que terminaba de armar un cigarro, los otros dos se miraron y como si esa mirada se tratase de algún código secreto, salieron de la choza cerrando la puerta una vez terminados sus últimos pasos. Parece que nadie quiere ayudarlo, le dijo el sujeto del cigarro a su compañero, mientras lo encendía con el último fósforo de una caja que luego arrojó al polvoriento suelo. Ya no podemos tenerlo más tiempo, eso nos resulta muy costoso, sin mencionar lo trabajoso que resulta, comentó el otro tipo que pasaba sus dedos por la cacha del arma. Un instante después todo volvió a ser lo mismo, el silencio se apoderó del lugar como antes, el tipo cerró los ojos por el cansancio y minutos después quedó profundamente dormido. El cigarro del malhechor moría bajo la gruesa suela de su zapato, el plomo ya estaba instalado en su lugar, presto a iniciar el viaje final a su destinatario. Sólo el ruidoso y ensordecedor impacto despertó por última vez al rehén pero sólo para volverlo al eterno sueño que había iniciado un mes atrás.