jueves, 13 de septiembre de 2012

UN HOTEL CON EL NOMBRE DE HARUKI MURAKAMI; Tusquets edita en español “Baila, baila, baila”, una novela que el escritor japonés publicó por primera vez en 1988.

Como Norwegian Wood se llamó así por una canción de los Beatles, Baila, baila, baila le debe su título a “Dance, dance, dance”, una canción de los Beach Boys, y otras tantas melodías populares funcionan como banda sonora de una historia laberíntica de asesinatos, viajes a Hawai, pasajes a otros mundos y fiestas al ritmo de la música que suena en la radio de un destartalado Subaru.
Un protagonista sin nombre que trabaja de escritor freelance vuelve al hotel de mala muerte donde tiempo atrás su amante desapareció sin dejar rastro. El Hotel Delfín, donde pasó gratos momentos con ella, descubre ahora que fue adquirido por una multinacional que lo ha convertido en un lujoso y moderno hotel al estilo occidental.
Porque ama a la mujer que busca, aunque no conoce su nombre, la historia comienza como una desventura surrealista... Y así continúa. El protagonista comienza a experimentar sueños en los que esta mujer y el Hombre Oveja –un extraño vestido con una piel de oveja que habla en tono monótono– se le aparecen para guiarlo en el descubrimiento de dos misterios.

El primero, de naturaleza metafísica, es cómo sobrevivir a lo imposible. El segundo, el asesinato de una prostituta en el que un antiguo compañero de colegio suyo, ahora un famoso actor de cine, es el principal sospechoso. En el camino, el protagonista conoce a una problemática chica clarividente de 13 años y sus también problemáticos padres, un poeta manco, una simpática recepcionista... del famoso Hotel Delfín de Sapporo. Y un personaje llamado Hiraku Makimura –anagrama de Haruki Murakami– que también es autor best seller.

Escrita entre Tokio Blues y Al sur de la frontera, Baila, baila, baila recupera algunas de las obsesiones del autor japonés más famoso de occidente. La pérdida y el abandono, al igual que muchas de sus novelas, están presentes en la figura de la amada sin nombre. Además de la alienación y los pasajes donde lo cotidiano se vuelve extraordinario, lo sorprendente o absurdo se manifiesta posible y todo está conectado.

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